Ningún testigo pudo olvidar el Gran Incendio de Seattle. Los que vieron el incendio, lo describieron como edificios sucumbiendo a la pared de llamas y un rugido que fue escuchado por millas.
El gran incendio empezó en los primeros días de Junio durante una bella primavera. Seattle, cuyos paseos y edificios estaban todos hechos de madera, apenas llegaba a ser un gigante urbano.
Lo que quedo parecía una “mancha, negra y horrible, como si una mano bajó y raspó la ciudad hasta que quedara todo plano. Ahora sé lo que quiere decir aniquilar.”
Rudyard Kipling, Poeta Británico
A media tarde, un pote de pegamento se cayó en una carpintería en el centro. Un asistente le hechó agua. Las llamas corrieron por el piso, recogiendo virutas de madera empapadas de trementina. Humo salió del edificio y sonaron los silbatos de vapor.
Bomberos voluntarios batallaron contra el humo con los pocos recursos que tenían. Empresas privadas controlaban el abastecimiento de agua y las bocas de agua estaban en calles alternativas.
El incendio demolió más de 25 cuadras y ardió por 12 horas. Muy pronto, una ciudad de tiendas de campaña surgió y, eventualmente condujo al renacimiento de Seattle en ladrillo y piedra.
“Parecía que las llamas crecían más y más altas, y el frente del incendio crecía cada minuto,” escribió Henry McClure, un testigo del incendio. Cortesía el Museo de Historia y Industria